Desde hace un tiempo que vengo escuchando un rumor, la mítica discotheque Balleduc cerrara sus puertas. Al princio no me pareció creíble ya que muchas veces se ha dicho lo mismo, no solo de este antro si no que también de su sano competidor Blondie, ya he perdido la cuenta de la cantidad de veces que me ha llegado un mail diciendo que se cierra el antro porque lo adquieren los evangélicos para su culto.
Pero me lleve una sorpresa al revisar
El día sábado 01 de marzo se anuncia como la ultima noche de fiesta, me pareció interesante recorrer por ultima vez los pasillos de un lugar que guarda sentimientos en el inconciente colectivo de muchos jóvenes y de gran parte de adultos jóvenes que iniciaron sus gustos Underground en este tipo de antros, mal que mal, si no fuese por ellos lo “Under” no habría visto la luz, y muchos cambiarían el New Wave por la cumbia o el reggeton de turno. Baleduc ha sido uno de los “curtidores de oreja” de la juventud Chilena, esa que no se conforma con un par de beat básicos con 10 chascones en el escenario vestidos de piratas cantando una seudo-balada cumbia tropicaloide.
Aquella noche pintaba para mucho, así que cámara en mano me fui al local de Irarrazabal, digamos temprano tipo 12 de la noche. Llegue y el local ya estaba repleto, una cola que daba vuelta a la esquina esperaba por entrar.
Una vez dentro, me acerque a la barra a conversar con Mario Gambra el Duque, dueño y fundador de Balleduc, que me han explicado por ahí, es el diminutivo de “El Baile del Duque”. Amablemente me indica que esta noche será una locura y que no puede hablar mucho, la barra esta llena y es el, el que recauda el dinero de los tragos. Así que me dedico a observar y tomar fotografías, a captar gente linda, a los últimos hijos de Baleduc. Todo el mundo saluda a todo el mundo, se abrazan como si fuesen íntimos de toda la vida, aunque se vean solo una ves al año en alguna discotheque de las mismas características.
La música suena en todas las pistas y me percato que es Andrés el Dj de la central esta noche, me acerco y me indica que si necesito cualquier cosa le avise, agradecida me retiro y sigo. La masa me lleva prácticamente flotando, son la 1 de la madrugada y el local ya copo su capacidad.
Un cartel en la cabina del Dj capta mi atención, Mario, El Duque, pone un aviso de que hoy no será la ultima noche, en el nuevo local no han otorgado los permisos municipales por lo que seguirá funcionando acá hasta nuevo aviso.
La noche sigue y la temperatura sigue subiendo, siento como el látex de mi corsé se pega a mi piel y como el glamour de todo el mundo ya paso a la historia.
Subo al segundo piso y un montón de gente amontonada en la entrada ruega por ingresar, no son más de las 2 de la madrugada y las puertas de acceso ya han sido cerradas. Las pistas están llenas los bares y el baño colapsado. La gente ríe, baila, lo pasa bien, no saben si podrán volver, en cada paso que dan descargan sus ansias de que esto no acabe, que esta noche sea eterna, que desaparezca por arte de magia la resolución que les impide volver.
La noche sigue y la música inunda los pocos rincones vacíos que existen, quedan pocas horas para que esto termine, la noche se acaba y las primeras parejas comienzan a retirarse, aun hay gente en la entrada intentando caerle bien a un guardia para gozar de los últimos minutos de esta gran noche.
La música acaba y se encienden las luces, rostros trasnochados piden más, el bar ha cerrado y el Dj guarda los últimos discos que uso. Se habre las puertas de la pequeña escalera que da a la salida, y como niños infantes, salen ordenadamente al exterior. Mientras, Mario saca cuentas alegres, y el primer rayo de luz se asoma para romper definitivamente con la última noche en Balleduc.
Por Jacko Donaire